He ganado ser la persona número uno en su lista negra, por ser el ente más despiadado que, sin perder su dulzura, absorbe su energía, pervierte su mente, mancha su aliento y pone en llamas su biblia hasta que queda en ceniza.
Esperándote en tu oficina me di cuenta que nada acá te recuerda a mí. Ningún adorno, libro, o afiche te he dado y mi nombre no existe entre tantos escritos que se pueden encontrar. Aún así, de alguna forma mi imagen sale de tu recuerdo y me hago presente.
No soy un objeto que me emana, soy una idea fresca que no guarda polvo, ni soporto varios tomos de la Enciclopedia de Arte más pesada sobre mi lomo. Y es que es fácil, está la misma silla donde te aguardo siempre y está tu escritorio donde posan tus ideales.