30 marzo, 2006

A tiempo

Asombrosamente en todas las aceras por las que pasó habían parejas de hombres hablando entre sí con los brazos cruzados y la cara seria. Ninguno de ellos divisó a la muchachita que caminando con pasos largos intentaba calmar a su alma que quería salir corriendo.
Dos veces salió a caminar y las dos veces que regresó a su casa, al cerrar la puerta empezaba a llover. Ese detalle llamó su atención.
Mientras oía la lluvia estrellarse en el techo, pensó con una sonrisa tímida en sus labios: "Nunca llegó a tiempo para llorarme encima".

18 marzo, 2006

Sola

Las horas consecutivas de nostálgica respiración la han hecho sincronizar el ritmo de su sangre.
Ella reduce su existencia al latir marcado que la guía por movimientos lentos.
Toma un poco del silencio que la envuelve y con bocanadas de humo exhala su oleaje interno.

Ella observa cautiva las ondas que se dibujan en el aire de una escena demasiado seductora.
El humo la invita a unírsele a la danza y ella acepta.
Su pelo oscuro se ondea y acaricia sutilmente su espalda desnuda.
No hay reloj que marque el tiempo de esta pausa.

Ni existencia fuera de ella,
de sus sensaciones,
de sus sentimientos,
de su cuerpo.
Ella respira lento en su vacío de ser.

06 marzo, 2006

Mi último tango


Sacrifiqué mi espacio de conexión con las fuerzas energéticas de la Tierra para hundirme en la academia.
La rutina plana de libros e investigaciones
no se compara con el placer de los movimientos continuos
al ritmo de acordeones y pianos.
Voy a extrañar el cepillado de los zapatos en el piso de madera
y las figuras corporales que componen dos personas.
Bailaré mi último tango abrazada a mis sueños de escenarios,
luces cegadoras, mallas de red y vestidos negros rasgados.

01 marzo, 2006

Días

Sin hacer mucha pompa, caminó con suavidad y se sentó en la parada de buses. Al frente de ella y en la orilla de la acera había una fila compuesta mayoritariamente por hombres tan diferentes que agrupados serían el resumen de todas las diferencias corporales masculinas. Nadie percibió su llegada puesto que ellos le daban la espalda. Todos esperaban.

De pronto, uno divisó la presencia de la mujer y volvío a ver para atrás con disimulo. Unos instantes bastaron para que todos en completa sincronía se contagiaran, y cuando uno de la fila terminaba de mirar y se volvía al frente, otro instantáneamente se volvía para contemplar esa belleza extraña cuyo semblante se acentuaba con los rayos de sol y la brisa provocó que jugara con su pelo. La mujer disfrutaba el ser vista con prudente insistencia. Trató de disimular sus sonrisas de vanidad y se puso los anteojos oscuros para ocultar sus ojos pícaros que bailaban de mirada en mirada. Llegó el bus que ellos esperaban. Algunos aprovecharon para lanzar su última mirada
con pose de modelo al final de la pasarela. Todos se fueron y se quedó sola en la banca.

Ella estuvo pensando un rato en esa extraña escena. Ninguno le guiñó el ojo, ni le sonrió, ni le tiró un beso, ni la vio con ojos pervertidos. En su vida, se había sentido más cómoda siendo el centro de atención. Además que esta vez no fueron unos tacones, un escote o maquillaje lo que les atraía porque las tennis deportivas, su camiseta y jeans no eran para nada sexy. Lo que les atrajo fue la actitud que tenía sin darse cuenta.

Bueno, eso le pasó hoy. Mañana no se sabe. ¿Será la femeneidad o el descuido o la elegancia lo que salga a relucir? No lo sabemos. Pero hoy efectivamente fue el día de la sensualidad.