26 enero, 2006

El referente

Y lo vi. Caminaba igual. Se peinaba igual. Su postura era igual. Cuando me vio, irrumpió su paso como de costumbre. Su tono de piel era igual. Sus labios eran iguales. Su mirada, no sé... la tuve que esquivar. Su estilo de vestimenta había cambiado. El color de su pelo estaba más claro. Su estatura no era la usual, se había encogido. Su actitud fracasada ante la vida... seguía igual.

Lo vi y en un segundo mi corazón latió con más fuerza de lo normal. No podía creer que nos hayamos encontrado de nuevo. Desde el último ¡Adiós! pensé que no le iba a ver más, pero noto que no va a ser así, lo voy ver otro día, otra vez. Aunque la verdad agradezco que haya sido parte de mi vida, así desde ahora sé lo que no quiero, porque eso es lo que es: todo lo que no quiero.

22 enero, 2006

Por ser mujer

Cada vez que te veo entiendo más que no puedo estar con vos. En parte, me alegra que no hayamos tenido nada cuando se podía porque estoy segura que ahora estaríamos distanciados completamente y eso es lo menos que quiero. Aunque si recuerdo bien, nunca hubo posibilidades reales. En el momento preciso en que ibas por mí, alguien apareció y se quedó conmigo. No sabía lo cerca que estabas.

Aún sigo queriendo demasiado lo que no pude conseguir aunque estoy consciente de los cambios que han pasado. La realidad es otra y sé que la razón principal por la que no te puedo tener es porque soy mujer. Nunca me has dicho nada ni yo a vos. Pero sabes, pudimos haber descontado tiempo de soledad en vida.

16 enero, 2006

Inamovible

El aire de esta casa es el mismo siempre. Lo respiro una y otra vez. En las mañanas de los días asoleados, veo a través de la ventana que da a la calle y me digo, casi despectivamente: "Hay tanta vida afuera, y yo aquí, encerrada".

Algo me ata a este lugar o tal vez yo misma soy la que me ato. ¿Desde hace cuánto me desespera estar aquí? Las paredes me marcan un límite seco y hermético. Parece que se estrechan lentamente para recostarse una contra la otra, pero no se mueven. Quiero empujarlas pero, para mi aflicción, encuentro que no tiene sentido intentarlo. Quien ha sido fiel discípulo de la estaticidad es desconsiderado con el cambio.

11 enero, 2006

Imprudencia legal

Si los homicidios fueran legales,
yo ya hubiera cometido, al menos, dos.

¡Nada mejor que estar respaldada por la ley!

10 enero, 2006

A Thanatos

Ayer estuve en la segunda vela de mi vida. Por alguna extraña razón, no quería abandonar el velorio. Sentía una fuerza que me instaba a permanecer en la funeraria con la familia, y sobre todo, con el difunto.

¡Qué triste fueron los últimos días de M.! Me ahogo pensando en la angustia que pudo haber sentido cada vez que su prometida se acercaba a la camilla del hospital a hablarle y él, sedado hasta el último músculo, lloraba porque no podía ni siquiera responderle: "...también te amo".

Muchas personas mueren en la habitación de un hospital... Es como una sala de espera donde uno aguarda hasta que le llegue el turno, sólo que esta vez es para pasar a la siguiente fase de la muerte.

¿Realmente existe un más allá? Me gusta pensar que sí tenemos un estado conciente después de la muerte. Y me rehuso a aceptar que uno muere y desaparece por los siglos de los siglos para no volver a existir nunca más.

Es por eso que digo ¡no a la inexistencia eterna!

08 enero, 2006

Brindis

Nuestra joven relación tenía el tanino típico entre dos personas que no se conocen bien. Sin embargo, su sabor se ha ido suavizando con la edad. Hasta ahora hemos compartido quiénes somos y quiénes hemos sido. Luego de tantos años de conocernos, querido amigo, al fin develamos la placa de la amistad. Y brindo por ello.

04 enero, 2006

Quasiguerra

Donde pasé el fin del año, la cultura oriental se manifiesta fuertemente con un gran espectáculo de fuegos artificiales en las calles. Para mí, es un placer verlo. Me encantan las luces.

Pero entre estruendos, luces y mucha exaltación, al cabo de un rato, me sentí temerosa y no me ubiqué en una celebración, sino, extrañamente, en la guerra. Con una pequeña variación en la mirada, la misma sonrisa con dientes que tenía, era ahora una mueca de titubeo confuso.

Tal vez las doce campanadas de la noche eran una señal de ataque.

Tiempo perdido

Mi amigo D. me contó que un día cuidaba a un tío que estaba gravemente enfermo. Luego de cerciorarse que ya había terminado de ponerle la pijama, darle la cena y demás, le preguntó si necesitaba algo más.

El tío asentó con la cabeza y clavándole una mirada de súplica en los ojos de D., le respondió: "Sí, el tiempo perdido".

03 enero, 2006

Muerte al Rey

Muerte al Rey

que ha matado a la Reina.