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Quasiguerra

Donde pasé el fin del año, la cultura oriental se manifiesta fuertemente con un gran espectáculo de fuegos artificiales en las calles. Para mí, es un placer verlo. Me encantan las luces.

Pero entre estruendos, luces y mucha exaltación, al cabo de un rato, me sentí temerosa y no me ubiqué en una celebración, sino, extrañamente, en la guerra. Con una pequeña variación en la mirada, la misma sonrisa con dientes que tenía, era ahora una mueca de titubeo confuso.

Tal vez las doce campanadas de la noche eran una señal de ataque.