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Días

Sin hacer mucha pompa, caminó con suavidad y se sentó en la parada de buses. Al frente de ella y en la orilla de la acera había una fila compuesta mayoritariamente por hombres tan diferentes que agrupados serían el resumen de todas las diferencias corporales masculinas. Nadie percibió su llegada puesto que ellos le daban la espalda. Todos esperaban.

De pronto, uno divisó la presencia de la mujer y volvío a ver para atrás con disimulo. Unos instantes bastaron para que todos en completa sincronía se contagiaran, y cuando uno de la fila terminaba de mirar y se volvía al frente, otro instantáneamente se volvía para contemplar esa belleza extraña cuyo semblante se acentuaba con los rayos de sol y la brisa provocó que jugara con su pelo. La mujer disfrutaba el ser vista con prudente insistencia. Trató de disimular sus sonrisas de vanidad y se puso los anteojos oscuros para ocultar sus ojos pícaros que bailaban de mirada en mirada. Llegó el bus que ellos esperaban. Algunos aprovecharon para lanzar su última mirada
con pose de modelo al final de la pasarela. Todos se fueron y se quedó sola en la banca.

Ella estuvo pensando un rato en esa extraña escena. Ninguno le guiñó el ojo, ni le sonrió, ni le tiró un beso, ni la vio con ojos pervertidos. En su vida, se había sentido más cómoda siendo el centro de atención. Además que esta vez no fueron unos tacones, un escote o maquillaje lo que les atraía porque las tennis deportivas, su camiseta y jeans no eran para nada sexy. Lo que les atrajo fue la actitud que tenía sin darse cuenta.

Bueno, eso le pasó hoy. Mañana no se sabe. ¿Será la femeneidad o el descuido o la elegancia lo que salga a relucir? No lo sabemos. Pero hoy efectivamente fue el día de la sensualidad.

Comprobado... la sensualidad es una actitud. Y los hombres la intuímos...

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