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ad libitum

Pocos placeres van acompañados de exquisitas sensaciones antagónicas y que juntos son algo inexplicable. Pero desgarrador es verse como el refugio del dolor del otro provocado por uno mismo. Esa mezcla fructifica una falsa atmósfera donde penden del hilo que imaginan para no caer en el espantoso reparo de la separatividad habida más allá del espacio físico entre los cuerpos.

No se puede llenar el vacío. No hay que atormentarse. Sólo hay que aceptarlo.

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